martes, 5 de mayo de 2015

Nihilismo

NIHILISMO

“Omi, yo pensé que tú que eres tan intelectual no eras uribista”.

Dos aclaraciones al respecto: “Omi” es el término acuñado por mi amiga María Andrea para referirse a mí y que fue adoptado por otras chicas. En cuanto a lo de “intelectual” digamos que sí y no. Sí, porque me gusta cultivar mi mente, aprender todos los días algo nuevo, no ser monotemático. Como le dije en alguna ocasión a mi otro yo en cuerpo de mujer y que infortunada, dolorosa y tristemente ya no está en mi vida –en  otra publicación hablaré de ella—   mi sueño es ser un google andante. Y no porque un intelectual es alguien que argumenta, propone, genera cambios en la sociedad y yo simplemente opino. Alguien me enseñó una vez que hay una gran diferencia entre opinar y argumentar. Sería demasiado pretensioso de mi parte considerarme un intelectual.
Hechas esas dos aclaraciones, ahora viene el tema en cuestión y que es complemento de mi anterior publicación. A la pregunta de “¿cómo se define usted?” llegué a la conclusión de reducirme a tres palabras: agnóstico, hedonista y nihilista. La vez pasada hablé de las dos primeras (ver blog anterior). Creí que la tenía clara con lo de nihilista, pero ahora estoy ante un dilema.
Al hablar de política, es inevitable asociarla con codicia, traición, deslealtad, hipocresía y es precisamente por ello que me considero nihilista en lo que a política se refiere. Sin embargo, ¿esto me inhabilita para tener ciertas simpatías por algún político o corriente política?
En mis cuatro décadas y media de vida, he visto como el caos, la apatía, la codicia, la ilegalidad se adueñan de nuestro país. Ser un delincuente es más rentable que ser una persona de bien. Quienes vivimos en la ciudad estamos secuestrados. En ocasiones no he podido comprar arepas para el desayuno porque las bandas del sector no permiten el ingreso de los repartidores al barrio  o porque estos, los repartidores, optan por no volver para no pagar una vacuna. El centro de mi ciudad está controlado por bandas criminales. Basta con leer la prensa local y nacional para saberlo.  En el campo, la situación es mucho más difícil. Lo poco que he visto y oído de primera mano me deja sin aliento y con un dolor en el alma: Masacres, reclutamiento de menores, extorsiones, secuestros están (¿estaban?) a la orden del día.  Nuestra sociedad es una sociedad infantil, primaria, berrinchuda que necesita que la redireccionen por la senda donde el bien común prime sobre el bien individual. Y es por este aspecto que me considero uribista: no se puede negociar con seres que no son aptos para vivir en sociedad. Mi ideal es una sociedad donde se respete la ley, la norma; una sociedad donde pueda salir tranquilo sin necesidad de preocuparme porque otro me va a quitar lo que me ha costado conseguirlo; una sociedad donde el que quiera tener más y se esfuerce lo pueda conseguir sin que se le critique por ello; una sociedad de libre empresa. La “cultura” narco nos hizo mucho daño. Se quedó impregnada en la sociedad. Muchos quieren hacerse millonarios y vivir a costa de los demás. Este país no está listo para la dialéctica sobre cómo vivir mejor. Primero hay que someterlo a la norma y que esa sea la premisa de la sociedad y luego ahí sí pueden aparecer los teóricos y románticos de la sociedad. Con un niño berrinchudo no se dialoga y, repito, esta es una sociedad berrinchuda.
“Uribestias”, “Tienen aserrín en la cabeza”, “No tienen memoria” son los términos en que se refieren los antiuribistas a los simpatizantes de Uribe. Me causa curiosidad verlos hablar de paz en sus perfiles de Facebook, pero destilan odio y rencor hacia los que “no están a favor de la paz”.  Yo no sé si todo lo que se le endilga a Álvaro Uribe Vélez sea cierto o no. Lo que lo sea, pues que pague por ello, pero es un hecho innegable que ese talante es el que este país necesita para encausarlo por la senda de la normatividad y el orden social. Así como estamos, vamos muy mal.  Luego, que aparezcan los Carlos Gavirias, los Fajardos, las Claudias López y demás que  hablan tan bonito de la sociedad y el estado, pero que estamos tan distantes de tales discursos.

Así que para resumir, me considero agnóstico, hedonista y cuasi nihilista en lo que a política se refiere.  Creo que ya estoy listo para una próxima entrevista de trabajo.